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Julia Mariana Sanchez – Historia se busca

Llevo meses porfiado con un párrafo. Un párrafo mínimo, tonto, al que le doy vueltas como si fuera el cubo de Rubik. Lo miro, le hablo, lo soplo como si se tratara de germinar un poroto en un frasco de vidrio lleno de arena y papel secante. El párrafo no crece, está parado ahí, luce como una buena idea que no va a ningún lado. Le cambio algunas palabras, parece más interesante y se vuelve a quedar ahí. Expandite! Decí algo! le grito. Los porotos en germinación son más predecibles. Llega el delivery.

Le muestro el párrafo a mi mujer mientras comemos empanadas. Se lo leo: “Yo una vez fui gorda. ¿O estaba gorda? Una sutileza de nuestro idioma inadmisible en el pragmático inglés. Once upon a time I was fat. Tampoco se verifica en francés. Ellos se pierden la enorme, tremenda, sustancial diferencia que hay entre ser gorda y estar gorda. También fui o estuve flaca. Muy flaca. Y me gusto de todas las formas. Soy la Tiresias de la anatomía femenina, aunque mi nutricionista y mi psicólogo me llamen cruelmente bulímica crónica.” Mi mujer se queda mirándome mientras mastica. Parece que está rumiando. Piensa y yo la miro fijo, como cuando uno espera que termine de girar la ruleta. Si, no sé, podría ser, me dice levantando los hombros. Qué forra.

Después de comer me siento de nuevo frente al párrafo de la gorda flaca y lo leo siete veces. Me pongo a jugar al Angry Birds. Ahí mismo me doy cuenta de que mi trabajo es una porquería porque no tiene nada que ver con los Angry Birds. Esos chanchitos verdes que se ríen de mi, ¡mueran cerdos! Quizás una bulímica podría contarme su experiencia, pero no creo que el espíritu de una bulímica ni una bulímica de carne y hueso se materialicen esta noche en mi departamento como Mufasa se le aparecía a Simba cuando estaba en problemas. El recurso de que aparezca el padre muerto a ayudar está muy gastado pero funciona. A veces aparece la madre. Es increíble, incluso para mí mismo, la cantidad de información absolutamente inútil que acumula mi cerebro. Capaz que si retuviera información más pragmática ahora sería ingeniero, pero mi cabeza elige recordar cada diálogo de Seinfeld, o sea algo sobre la nada misma. It’s about nothing! Pero estaría bueno que la bulímica se apareciera y dijera algo así como “Mirá, mis técnicas para vomitar son estas..” y yo me pusiera a redactar como un poseído la columna que tengo que entregar mañana. Hay un capítulo de Seinfeld en el que George sale con una bulímica y lo que le molesta de la situación es tener que pagar por una comida que ella después va a vomitar. Eso es pensar fuera de la caja, no esas estúpidas lluvias de ideas que hacen los juniors de las empresas de Palermo.

Quizás debería intentar escribir sobre otra cosa, pero eso, como la memoria, tampoco se elige. Yo estoy tarado con la historia (bah, historia) de la flaca gorda que se cree Tiresias. Capaz que soy un bulímico de la literatura. Un día me atraganto leyendo 62/Modelo para armar y después me meto los dedos a ver si sobre la página se desparrama algo de todo eso procesado. A veces sucede y otras veces, nada. Una escritura anoréxica, un embrión de historia que no se gesta y se aborta cerrando de un portazo (ya sé que no es portazo) la tapa de la notebook.

Y después la vuelvo a abrir horas antes de la entrega del trabajo, y empiezo a contar la historia de no poder escribir el trabajo, trabajo que claramente sigue siendo una porquería al no tener relación con los Angry Birds, y lleno la página, página y media ponele. Y entonces saltan los ingenieros literarios y me dicen …ay que vivo, siempre la autoreferencia salvadora, el meta texto que se expande solo, ay, no puede inventar nada nuevo, no le da la cabeza ni para imaginarse el fruto de la bulimia y la mitología griega, qué ladrón, es más mentiroso que George Constanza… También salta la gorda flaca diciendo …acá me tenés, soy un personaje de lujo, y estoy esperando hace semanas como una boluda a que lleguemos a algo…, mientras mastica dos empandas juntas porque está en el período de engorde.

No sé que hacer con toda esta gente a la que uno le da una mínima entidad y ya se cree que te puede venir a hacer reproches, que encima no vive en otro lado que no sea en mi cabeza, yo no sé por qué no se conocen entre ellos y arman una historia digna, algo que llegue no sé, a una nouvelle o a un cuento largo, en vez de quedarse despotricando por el desabrido lugar que les tocó ocupar en un párrafo que no es ni una idea. Mejor buscar el capítulo de Seinfeld sobre el nazi de la sopa, o cualquier otro, que quedarse hablando solo. Mejor ir por la corona de oro en el Angry Birds que dedicarse a la literatura. Mejor germinar porotos en frascos de vidrio llenos de arena y papel secante.

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