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Martina

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MARTINA

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Todos mis nombres de ahora
son tuyos y esos ojos
tamaño color de lago
diciendo Mashe, abuelito.
Mashe abuelito
y me rindo o me doy
como dice el Chavo
aunque Martina también
sea de la familia martillo
de Júpiter, martellos
matían marías.

Abuelo, no es bastante dulce
o triste o enamorado
y la R todo lo vuelve agresivo,
bélico, fáustico.
Infinitivos sin eufonía guerrera
jugá ®, leé ®, vení ®
el misterio siempre es un apócope
la premonición de una frase
el candor en progreso
jugar es jugá,
la edad
del puro presente.

Un niño es el fantasma de un hombre
una flecha en el tiempo,
un sueño de pureza
que contradice al mundo
donde abunda la R patria,
madre, religión, rentas,
y para un hombre como yo,
transido por el fantasma de otra niña
el Mashe abuelito corre un velo
descubre la yuxtaposición diferida
(antes se llamaba cielo)
y entre los pliegues diáfanos del mediodía
que cantó Juanele
«niña fantasmal de velos diáfanos
en el mediodía inexistente»
yo te sigo, te contemplo
y sumiso, voy detrás
de tu espiga
juntando las piezas.

Martina veranea en mi Tesalia
o yo veraneo en la de ella
rubia náyade la hermosura
vive en el agua
y juega un juego interminable:
poner el fondo del mar en la piscina
para que el abuelito recuerde
su colección de sirenas
antes que pase el barrefondo
y sea de nuevo
la hora
de la escondida.

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Marcelo Scalona

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1º enero 2014

 

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