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Las compras vuelven a caber en las manos,
decrecen las unidades
pero también el tamaño.
Segundas marcas, terceras…
envase chico,
una manteca trucha
un jugo sabor de fresa
con marca fantasma
te dejará en las tripas
un Guasón más enfermo que Phoenix.
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Abandonar el sueño del roquefort
la suavidad del Vivere
el lujo que se daba mi vieja
de tener repasadores de tela.
Frutas por unidad,
en la caja despido a las nueces
como si alguno de los dos
se fuera a Marte o
a estar presos sin saber
de un personaje de Kafka.
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Presos de la pesadilla
de subirte a la cupé
de un niño rico, vago, inútil
que ya se cansó de sacar la sortija
entonces baja de la calesita
y dice: ya me aburrí,
ya está bien, ahora
empujen ustedes.
¡Yo no empujo máááássssss…!
¡Yo ni siquiera sé porqué me eligieron!
Y habla de San Martín como de Cenicienta:
para él es lo mismo
la historia del pueblo
que un cuento infantil:
los animalitos en los billetes.
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Cuando voy a pagar
rebusco unas monedas
pero no me alcanza.
Abandono el queso:
comer menos, siempre es saludable
para el emperador.
Lo cambio por el repasador de tela
de mi vieja, de la memoria
y cuando cruzo Ayolas
ya tengo puesta la sonrisa de Phoenix.
Con otros nueve repasadores
tirantes y un nudo
se hace una soga
que montada en un árbol
es saludable para el pueblo.
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………………Marce….
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