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Julia Mariana Sanchez: El invierno.

En el invierno me siento más cercana a los vampiros. Mi piel se enverdece y desarrollo una mayor afición por el rojo cabernet. Los parques y avenidas oscurecen y adquieren una tonalidad Tim Burton, entre lo pétreo y lo fantasmal. Amanece a las ocho, anochece a las seis, hasta el más viejo habitante de ciudad gótica se deprimiría ante este diurno tan limitado. Se respira frío, ese olor a frío que alcanza los alveolos más escondidos. Ese frío que te encuentra sin importar donde te escondas, presiente tu nariz afuera de la colcha, se instala a vivir en el pelo recién lavado, contractura la espalda estoica de los que esperan el colectivo. Es una lengua helada que sale de una morgue en Julio y pasea su azul hielo por la peatonal.

La alegría de la nieve, el cálido hogar a leña, licores, chocolates, locros y ponchos norteños: todas mentiras inventadas para hacernos creer que otro invierno es posible. La realidad es que las manos se encogen, los genitales se encongen, el cuerpo entero busca replegarse hacia las entrañas adonde todavía late algo. La gente camina lo más rápido que puede, con tantas capas de ropa que podría pasear tranquila por Fukuyima. Un bebé se convierte en una masa amorfa de algodones y mantas que se adivina sólo por su llanto y los colores pasteles. La piel, la candorosa piel que perfuma los veranos ahora se encuentra a metros y metros de tela de nuestro roce. Para poder acariciar una espalda tenemos que atravesar camperas, desanudar bufandas, luchar contra macabras poleras que se resisten a abandonar el cuello conllevando siempre el riesgo de la decapitación. Y nunca falta la oportunidad en la que debajo de todo eso aparece sin escrúpulos una blanca camiseta agujereada.

No obstante, uno encuentra por allí humanos que ignorando el azul de sus uñas sostienen que prefieren el invierno. Yo los desafío a que arrojen sus prendas ahora mismo y disfruten un paseo mientras la fresca brisa de la costanera les congela los mocos y las ideas racionales. ¿Qué diría Walt Disney si pudiera hablar acerca del confort de un freezer?

La tecnología ha desarrollado materiales cada vez más abrigados, livianos y cómodos para que los pudientes afrenten mejor las temperaturas linderas al cero, pero por mucha media térmica y pijama de polar que uno se calce, nada barre el desamparo violento que aparece cuando suena el despertador y uno debe abandonar la cama.

Muchos podrán acercarme una larga lista sobre los inconvenientes del verano. Yo sólo se que en verano puedo sentir los dedos de los pies y que una cerveza helada es una amiga. El invierno es peligroso. El invierno te hace pensar que vivir en jogging puede ser un modo de vida y que atracarse con una bagna cauda es algo recomendable. El invierno es peligroso. Ya lo dijo Cortázar, en un apuro cualquiera puede morir al intentar ponerse un pulóver.

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