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BREVIARIOS (de «Compostura de muñecas»)

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BREVIARIOS
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———————————————————-A Rafael Bielsa
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Los domingos ventosos que se aproximan al 10 de noviembre, me remiten siempre a uno de 1974: Gustavo Chan acababa de cumplir trece años y se ahogó en un remanso del Paraná, frente a Villa Diego. Tardamos cinco días en encontrar su cuerpo, pero el viento siempre porfía en esta época del año: que no, que no, que no…

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Es domingo, 26 de octubre, doce y treinta del mediodía; estoy en la tribuna sur del “Gabino Sosa”, perdemos 3 a 1 con San Telmo y el partido se acaba. Después del fastidio llega la digresión: “que le debo una nota sobre Carlovich a Miguel Misic”; “que Miguel la necesita, porque vive en California”; “que una vez jugué contra el Trinche en cancha de Río Negro y me cagó a codazos, puteadas y escupiendo”; “que los seres extraordinarios no están sujetos a las leyes comunes de los mortales”; “que el bien y el mal son para los pobres tipos como nosotros…” ¡Goooolllll de Cella Ruggeri, 3 a 2, viva Nietzsche y la puta madre que los parió…! ¡pongan huevo, pongan huevo…! Faltan diez minutos.

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Ya estamos en el descuento: otro domingo que se nos va a escapar la gloria… Miro afuera del estadio como si el juego pudiera desarrollarse en el potrero de enfrente. En el Parque Irigoyen hay un perro corriéndose la cola. En redondo da unos saltos de acróbata para morderse el rabo, pero con tanto afán, que ojalá contagiara un poco a nuestro centrofoward, Guffanti. El perro se ladra solo al espejo de su cola, pero nunca llega a alcanzarse; el empate, tampoco.

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Nunca me voy rápido de los estadios, y de ningún lado, casi. Me gusta seguir viendo… el instante en que cesa el movimiento y empieza el reposo. Ese tránsito del grito al murmullo es también la deconstrucción de un lenguaje. Anoto, huelo, oigo, imagino, presiento, recuerdo. El Narrador, de Benjamin. Salgo el último. Es una especie de telebeen emotivo, impresionista. La función poética exige a menudo una tarea de Sherlock.

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Ya en la salida, en vez de mascar bronca, me compro una porción doble de “la popu”, de cebolla de verdeo: esos instantes en que siento compasión por los genios literarios que nunca han podido contar algo que no sea objetivo y fantástico.

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Llegando a calle Rueda, por poco me pisa una rubia en un Corsa verde. Es curioso que la investigación genética (tan avanzada), no haya podido aislar el gen que explique por qué una mujer conduce mirando hacia los costados. Debe ser la misma razón, por la que no ha podido aislarse el gen que explique el placer de los varones, en hacer sonar tanto la alarma cada vez que se acercan o se alejan del auto.

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Cuando empiezo a pedalear siempre se me ocurren cosas transparentes. Es mérito de la bicicleta, es un viaje natural, despojado, sin artificios. Después de Chéjov, Mansfield o Carver, estamos obligados a la transparencia. El modo de su escritura ha sitiado incluso a la idea de Dios, o a Dios mismo, si hubiere. De modo que, salvo mejor idea de Paulo Cogelo, lo único que escribiremos de él a partir de ahora, será: non fiction, documental o entrevista. Y eso sí, grabador por medio, para evitar las odiosas desmentidas.

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Llegando por Pellegrini y Laprida, hay una de esas caras fingidas de señora casada paseando el perro macho guardián de la familia bien constituida. Una imagen que bien podría haber sido un cuadro en “Los Idiotas” de Von Trier. Hay que ver la cara de boluda que pone esa señora rubia constipada mientras su “Rottweiler” de media tonelada, deja un kilo y medio de caca en la vereda de la farmacia. El perro va bien de cuerpo… la dueña, más o menos.

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En el walkman tengo los poemas de Mario Perone con música de las Gimnopédias. Satie fluye cómodo, el poema no lo pisa, apenas alarga la escala. No son canciones, es un sonido que en la interferencia, enaltece al silencio, la poesía no está en los libros. Perone apenas publica, no lee en festivales, no da entrevistas; ni siquiera se flashea en el bar La Sede. A Perone no le interesa Neruda, le interesa El Cartero.

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Tiene un poema que dice: “Lo que enamora es el desapego / no la devoción. / Todos deberíamos morir a los quince años / y nadie debería estar volviendo de nada. / Salvo los niños / del jardín de infantes”.

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A veces, de madrugada, solo en el auto, en uno de esos trip fuera de contexto, voy escuchando la cinta de Mario hasta esa parte que dice: “…el mejor viaje para la familia es Disneylandia. Si vas… ¿por qué no bajar en Cuba? Total… queda de paso…” ¡Cómo alivia la carcajada!

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Luego pienso en la carrera de poeta maldito. Es un posgrado que incluye: impermeable abierto en capa aún en días soleados, a poder ser, Cristian Dior, melena de león hirsuta y vaso de bourbon doble, impago. La tesis exige escribir al menos una línea como Rimbaud. Copiarla. De no poder esto último, ayudaría a la pose, suicidarse antes de los 30 años. Pero no hay que desearle la muerte a nadie.

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En la parada cafetera de “Aux deux Magots”, ojeo el diario y hay un editorial laudatorio al próximo Congreso Mundial de la Lengua, el año que viene, en Rosario. ¿Sabrá el Presidente de la Real Academia, Sr. De la Concha, que lo mejor que hacen las lenguas no es el idioma?

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Para un escritor o poeta, la importancia de un Congreso Mundial de la Lengua es similar a la Tercera Feria Internacional de Fabricantes de Papel y Cartón a celebrarse en Baden-Baden, Alemania, un año improbable.

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En todo el orbe, los premios son más o menos equivalentes: a) Nobel de la Paz; b) Oscar a Mejor Efectos Especiales; c) Magazine de Oro; d) Cinta Azul de la Popularidad; e) Mejor Compañerito; f) Empleado del Mes; g) Gordo de Navidad; h) Concha del Trigo del Mar.

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Skármeta acaba de ganar el Prode de las letras con 600.000 euros. Mienten los gallegos que le han otorgao la pasta por una novela de peripecias. La verdad no dicha por el jurado, es que en “Ardiente paciencia”, sin querer, descubrió que el gran poeta no era Neruda sino El Cartero.

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Por fin llego al Monumento a la Bandera, y aunque sospecho la conexión, no es muy evidente. ¿Por qué en ese lugar siempre pienso en la segunda parte de la película “Mentiras verdaderas”?
— Swarzenegger presidente… ¡Sí, juro!

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Termina el paseo en bici. Volver es dudoso. Volver es una porfía: que no, que no, que no… El regreso es con viento en contra. La ida también.

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Marcelo Scalona
Del libro COMPOSTURA DE MUÑECAS, Ed. Homo Sapiens, 2003.-terraza 14