. Cuánto hay de vacilación y lloriqueo en la lluvia, de levedad, de no saber cuánto llover o para qué bendecir, lavar, beber un renglón, un hilo de baba de tinta o saliva para que drene el sexo la espiga, el poema. . Si llovizna, escribirá en el campo. Si escampa, vuelve a subir al altillo. Si diluvia, se meterán en la cama: hay que ver el aguacero crepitar en los ventanales. Hay que ver el agua en el agua la lluvia en el río no es desmesura es la grieta donde se juntan leche, sudor, saliva marrón y celeste en las sábanas de lino parirán una esmeralda. . Escuchar el tableteo de las gotas en las chapas la fricción del nylon de la sábana china los goterones en las macetas el relente del malvón recién mojado como la yerba del mate la corriente en la zanja. De ella, el desahogo, la alcantarilla lo que lleva el cordón de los adoquines de un otoño más amarillo que otros. . Pero hay que estar atento: no es igual una nube pasajera que un chubasco de riego o esa garúa negra de olvido volviendo de un entierro. En septiembre el agua pide pausa vapor de aplazamiento un cambio de estación de tono, de piel, de cuerpo: Santa Rosa, primavera viento frío, arco iris. .
. 9-9-2015……………………………………MARCE.
.
EL HOMBRE QUE AMABA LOS PÁJAROS
.
.
Desde el alba escucha
en la frontera del sueño
cómo el alféizar de su ventana
esa losa naranja, de greda
porosa a la …