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B o v a r i s m o

.Bovary 2

B O V A R I S M O

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………..enfermedad textualmente transmisible”.
……………………Daniel Pennac – “Como una Novela”.
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El Bovarismo es una de esas enfermedades que, curiosamente, debería propagarse en lugar de combatirse. Su carácter de pandemia fortalecería al hombre y salvaguardaría la especie. Es más, sólo si sucede una peste universal de bovarismo, el hombre del futuro podrá sobrevivir a las máquinas, las corporaciones y el discurso unilateral del poder nuclear.
Sonará extraño, pero es así; el cuerpo necesita algunas enfermedades para fortalecerse, y está probado que una de las que más restaura el ánimo y la inteligencia es el bovarismo. Luego están los amores imposibles, pandemia más antigua de la humanidad, incurable y devastadora, auténtico motor de todas las derrotas como bien demostró Chéjov con el Capitán Riabovich, porque se sabe, un beso furtivo es el terror de cualquier leucocito, linfoma o ejército, y no hay instante en que no palpitemos su virus omnipresente. Está en sangre, saliva, leche, sudor y lágrimas. Lo mejor para el pan es el hambre, y el que no la conoce (el hambre o el amor, que son lo mismo), es imposible que pueda enamorar a alguien o conducir a los hambrientos.
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Pero ahora hablemos del bovarismo. Es una enfermedad evolutiva, empieza con un simple “mi mamá me mima” a los cinco años, de la mano de la señorita Yolanda o la Salita Azul; luego sigue con Caperucita y el Lobo, Harry Potter, Sandokán, El Señor de los Anillos y Las Mil y Una Noches. Ya en la adolescencia, un hermano mayor que tuvo todas las enfermedades, como al descuido, igual que si dejara un condón, te deja en la mesita de luz el “Bestiario” de Cortázar y te hace un seropositivo para toda la vida.
El bovarismo es una enfermedad incurable, crónica, sintomática y con recidivas diarias, sobre todo a la hora del ocaso. Por ejemplo, no hace falta haber hecho un cuatrimestre en Medicina para saber que “Los Heraldos Negros”, un domingo a la tarde, le bajarían las defensas al mismísimo Charles Atlas.
El nombre o bautizo de la patología es en honor al personaje de Gustave Flaubert (Madame Bovary), pero el primer descubridor del virus fue Miguel de Cervantes, ya que el primer caso clínico que registra la ciencia, es “Don Quijote”. Ese es el padre de la enfermedad; el ingenioso hidalgo fue el primero en contraer el terrible mal del bovarismo.
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¿En qué consiste? Es una compulsión frenética por la lectura de libros de ficción, que provoca en el lector (y desde el mismo momento de la lectura) una confusión mental y anímica que lo lleva a creerse dentro de la fantasía, de modo de abstraerse peligrosamente de la realidad, intentando al mismo tiempo, mediante una operación alucinatoria, delirante e inútil, tratar de participar en “la mentira” que lee, y modificar “la verdad o realidad” en que vive. Es grave. Se produce una alteración de las defensas, pulsaciones aceleradas, sudores fríos, un frenesí de dicha solamente comparable a la plenitud física. Pero no es virtual como la Internet, sino que aquí se produce realmente una simbiosis “realidad-fantasía”, que provoca cambios inmediatos en los enfermos. Por ejemplo, por algunas novelas de amor con final feliz, se han descripto casos de entusiasmo adrenalino-sinérgicos, sólo comparados al triunfo de la heroína.
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– ¿Qué heroína?
– No se sabe bien… puede ser la de la novela (por caso, Madame Bovary) o la inyectable de Transpoiting. Ese es el peligro de esta enfermedad. Se asimila a muchas cosas que parecen la dicha.
Digamos que la fantasía de lo que se lee, comienza a teñir la realidad del lector y a ocuparla, como el delirio de la fiebre se va quedando con todas las palabras del enfermo. Al Quijote lo trastornaron las novelas de caballeros y su pena de amor por Dulcinea. El hidalgo manchego tuvo las dos enfermedades juntas, por eso ha conseguido hacerse un clásico, quizá el mayor: hay quien dice que con él nació la novela moderna, europea, burguesa, o la novela, a secas.
Emma Bovary es otro prototipo para el microscopio. Devoradora de novelas románticas, enamorada, enamoradiza de personajes reales, inventados o invisibles, llegó a ese estadio grave de la enfermedad en que el paciente (lector), no halla el lugar y el tiempo donde vivir. Se trata de un estado de desarraigo existencial tan profundo, irremediable a veces, que el enfermo no sabe dónde vivir o cómo continuar: es obvio que no consigue entrar en la ficción, pero tampoco puede vivir en la realidad. ¡Qué joda, eh…! Se trata de la mayor insatisfacción conocida, un estado de continuos suspiros melancólicos por aspirar a una plenitud apenas percibida, pero desde una situación de vacío. Como si uno hubiera vivido primero en el cielo, y después, lo quieren acostumbrar a la tierra.
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Con los días, el desasosiego o asedio del imposible se va transformando en unos espasmos del espíritu. Los médicos más simplistas no ven más que variantes de la locura, riesgos de suicidio y te derivan al Dr. Prozac. Algunos, como los pediatras de Cortázar y Borges, recomiendan a los padres del enfermo quemarle la biblioteca; o bien, administrarle las dosis, y entre dos cuentos de Richard Yates –dicen-, obligarlo a leer una revista de “Mecánica Popular”, o un libro de Andahazi. ¿Así se escribe…? O bien, que el pibe vea un rato la tele. Por ejemplo, “Intratables” funcionaría como una especie de electroshock que saque a Emma de ese estado idiota de estar todo el día mirando el horizonte. ¿Nunca probaste a las tres de la mañana, desvelado por el amor imposible de “Seda” (*), ponerte a leer cómo se limpian y lubrican las escopetas? Es mejor el Prozac. No lo hagas.
La infección es imparable, mi hermano Oscar, en una fase terminal llegó a ponerle a su boutique de prendas femeninas, “Bovary” (San Lorenzo y Entre Ríos). ¡Qué hermoso cuando uno puede aunque más no sea rozar esa fantasía…!
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Diga lo que diga la ciencia, hasta en Rosario, cada dos cuadras hay una librería de viejo. La consigna revolucionaria dice: “Los bovaristas no vamos a parar hasta ver toda la Peatonal Córdoba convertida en un solo Pez Volador”. Es que los corazones suspiran… No le preguntes a un cardiólogo, obvio, pero el corazón suspira, hace espasmos conjeturando un infinito de belleza presentida que lo acecha en alguna parte… Quizá nos pasó de largo en la página 104 pero vuelva en la 177 o en el soneto 22 del máximo empresario textil de Inglaterra: Tu rostro es el único ropaje de mi corazón que suspira por… y al final del libro (700 páginas con todas las peripecias que haré para liberarte de ese padre cruel, de una vida de miseria y de aquel novio proxeneta), en el último párrafo, suspiraremos juntos.
Y seremos felices, releyéndonos hasta el infinito.
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………………………………MARCELO SCALONA
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(*) SEDA, novela de Alessandro Baricco.