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El Chino -2° p-

.El chino 2

EL CHINO (segunda parte)
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El hombre que mueve montañas
comienza cargando pequeñas piedras.
Eso lo dijo Confucio y quizá mi vecino,
el repositor del chino de enfrente, lo sabe,
porque barre desde las 7 de la mañana
el super chino de Tablada
como si fuera el palacio de la Ciudad Prohibida
de Pekín. Barre la vereda
como si fuera la ceremonia del té
o el caudal manso, infinito del río Lí
o del Yangtsé cristalino y delgado
que va cambiando su nombre en el viaje:
Lung, Chin Yuí o Yuán
según la porcelana que horada
o el rostro de una mujer
que vive en su delta más grande que Austria.
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Mi vecino guarda en su silencio
todas las piedras de la gran muralla,
la paciencia del Kung Fu y la de Mao
y tiene el escrúpulo de quien podría desarmar
una montaña piedra por piedra
y hoja por hoja, todo el otoño.
Esta mañana comenzó a matar el verano
barriendo la noche al alba, una danza
que despierta el barrio con la quema de hojas
amarillas, mentoladas, infantiles:
una copia de la ópera Kunqu pero en otro sitio
donde el chino y yo soñamos un día soleado
que bajen los precios de los lácteos
del pan y la carnicería
que vuelvan las doce cuotas
y que algún día los pobres podamos entrar
al palacio de la Ciudad Prohibida
leer a Confucio y tomar el té verde de Hangzhou
en los jardines de senderos donde bifurcan
el río Yangtsé y el Paraná.
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…………………………………….MARCE.
25 de abril