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BENEDETTI.

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Esta noche soñaba

que entre el abeto y la encina

hay un pequeño paraíso

dando su lección ámbar

al verde perenne

de los pinos.

La calle de Pueblo Esther

se llama Evaristo Carriego

profeta de Borges

pero en el libro que yo leía

estaba el sauce de Juanele

el tren de Hugo Gola

y los patios de Beatriz Vallejos.

En mi mente había una lorita

que tuve en la infancia

que me esperaba en la puerta de Ayolas

al volver de la escuela.

Ella decía mi nombre

y eso era la felicidad:

sin quitarme el guardapolvo

demoraba el almuerzo

hambriento de escolar

y le rascaba la cabeza al sol

a un pájaro verde que me hablaba.

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A un otoño difícil

que pugna por llevarse la flor

la escuela, el almuerzo y la casa

solo lo abriga el árbol desnudo

el color amarillo

y un nombre esperado

en la vereda del sol.

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………….Marcelo Scalona…

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