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Deja Reve (Ana)

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DEJA REVE.

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El tiempo es un invento de la música. Todo puede suceder con una tecla repeat sin límite en unos temas de Van Morrison. La fiesta se tragó la tormenta (nunca vi tantos rayos en el cielo), se tragó la noche y mi demora en darme cuenta. Tengo esa tara de los personajes de Chéjov, no creer del todo en su felicidad y quedarse ensimismados cuando el momento pide acción.

Por suerte tu personaje es del tipo Duras o Rabelais y manejás mejor el tiempo sucesivo, el orden de los factores y la fe en  las próximas siete horas.

Hubo que llevar la mesa del jardín a la galería, el chubasco. Llegaban invitados y el baile crecía pero nosotros en pareja, un turbión de danzar pero no nos faltaban las manos y los besos. Y la sonrisa, ese mohín infantil, dulce y cínico. ¡Vos…!

Parecía un travelling de los 90, el último tren a Londres o a Fisherton. Llovía. Tu cara blanquísima tenía unas esquirlas húmedas. No eran gotas, eran unas chispas de brillos del agua que se deshacía en tus mejillas.

Y yo te las tocaba o quitaba. Yo toqué ese resplandor. Una noche. Un «deja reve», un sueño al mismo tiempo que sucede y la vigilia se suspende,  no llega, sino varios días después. O nunca.

Momentos que tardan mucho en volverse recuerdo. Un deja reve. La felicidad como una cinta de Moebius, los vasos nunca se   vacían.  Vodka y durazno. Cerveza. Vodka y pomelo. Fernet. Vodka. Vino. Champán. Sidra. Y confianza en los DJs, en la playlist y en el Wheather Channel.

Moondance, Van Morrison, la tecla repeat sin límite, el Absolut con un gajo de limón y las esquirlas de lluvia en tus mejillas. Nos pasamos el gajo de limón de boca en boca y se hizo de día.

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Marcelo Scalona.