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Spinetta y el IN YUN (Ana)

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SPINETTA o el IN YUN

(para Ana Dobson).

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Siempre que ella y yo vemos la foto del otro en la adolescencia o en la juventud, incluso en la infancia, queremos saber qué hacía entonces, con quién, cómo era esa felicidad. No es que estemos preguntándolo todo el tiempo. El pudor nos contiene y los demás son felices sin nosotros, antes o después. Pero hay también una asincronía o dislocación temporal. Y es cierto que no todas las felicidades ni los amores son iguales. ¿Cómo eras sin mí…? ¿Cómo es que viví sin vos? ¿De dónde…? Tengo dos soluciones imaginarias: 1. De vidas pasadas. 2. De Spinetta.

¿Nunca te dabas vuelta en la noche? ¿Vos no creés en los espíritus? ¿No reconociste mi sombra? Algunos ruidos que hacía en tu baño… una vez soñé o recuerdo que te diste cuenta que te faltaban algunas bombachas de la soga. A mí una vez en Pasaporte me robaron un cuaderno «Mis Apuntes» donde escribía. Podrías haber sido vos. Vos, u otra pensé. Ahora creo que solamente podrías haber sido vos. Vos, seguro.
Todos los enamorados pensamos como Cortázar, que andábamos sin buscarnos pero que andábamos para encontrarnos, o, como dice Szymborska, que nos habremos rozado sin saber en muchas puertas, que incluso habremos compartido películas en el mismo cine o libros de la misma biblioteca municipal de tu bisabuelo, donde hoy trabajo.
Estoy seguro que decenas de veces compartimos la puerta giratoria del tribunal en calle Balcarce, vos entrabas y yo salía, o al revés. Las mismas mesas de entradas, la barra del bar del Colegio de Abogados, la fila para retirar las cédulas o un turno consecutivo del oficial de justicia.
Lo que sí es seguro es que tuvimos el IN YUN de la peli de Celine Song, ocho mil vidas pasadas para lograr este noviazgo. Ocho mil por cincuenta nos lleva al paleozoico. Un dinosaurio y una tiranosauria rex. 400 mil años son 46 millones de años luz. Es una figura amorosa que le gustaría a Barthes. Marte. Venus. Un rubí son mil años de carbón.
Desde el día que tomamos el primer helado, yo imaginé que a los 16, vos estabas con tu cabellera de leños y tu mapamundi de pecas en el Jockey Club y yo ganando el juego del Bull Dog en las sierras del La Salle, trabajando en los vagones de Villa Manuelita, pero los dos escuchando las mismas canciones de Spinetta: «Muchacha ojos de papel», «Era de Uranio” «Alma de diamante”.

A veces tengo una especie de insomnio raro, estoy despierto pero evoco como en un sueño de la vigilia nuestras vidas pasadas, estamos lejos y en distintos mundos, peleados otra vez para siempre (una semana), consumiendo el olvido de otras dos o tres vidas, los dos escuchando «Seguir viviendo sin tu amor», sin aceptarlo, sin quererlo y sin porqué, esperando, o más bien suplicando por dos o tres reencarnaciones hasta que nos volvamos a ver. Entonces me doy vuelta en la cama, cierro los ojos, y ahora sí voy a dormirme, pongo en el Spoty “Ana no duerme” y repeat sin límite.

Marcelo.

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