Acababa de darme su anillo de casada. Tenía miedo de perderlo. Una alianza sólida de oro, de 1950. Estábamos yendo al baño y me dijo: «Oscar -mi hermano-, me lleva mejor». De regreso advertí que por fin se había puesto un saco de lana zul muy bonito que los otros días le había pedido que se pusiera. «Es de Londres, dijo, de donde te traje la London Fog…».
Le dije un piropo porque con ese saco lucía muy bien. Quizá se lo puso porque se lo pedí. Le dije que el anillo se lo iba a guardar, sino las chicas, dije, van a pensar que soy casado. Hizo una sonrisa inolvidable, llena de ternura y sabor. Vio una foto de Ángeles Rawson en el tele y me preguntó cómo iba el caso. No hizo comentarios.
Le mostré un carnet de conducir de papá del 2001, que yo usaba como señalador en un libro de Eco y lo besó varias veces. Dijo: «estaba bien gordo». Lo dijo feliz. Para una niña huérfana de 5 años en la zona rural de Las Rosas, en la década infame, la gordura era salud: el hambre en unos campos hartos de trigo.
Se recostó en el sofá y cerró los ojos. De pronto, del tele, un perito del caso Rawson (Dr. Raffo), dijo que Jorge Mangeri era cicloide. Y cuando ya habían pasado quince minutos y Virginia Lago había terminado de presentar la película de la tarde, mamá abrió grandes los ojos, me miró desde el futuro, levantó el índice y dijo: «Es cicloide. Es cicloide».
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Río de Janeiro (Santa Teresa) 2018.
A PESAR DE USTED – Chico #Buarque.
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Hoy es usted el que manda
Lo dijo, está dicho
Es sin discusión, no?
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Toda mi gente …