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El Portador -1-

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«Estoy perdido —me dije—, estoy perdido y miraba por la ventana a la calle buscando no sé qué suerte. Eran las cuatro de la tarde, mi bufete estaba desierto, el teléfono mudo y el fax, ciego.

Hacía un mes que haraganeaba frente al computador. De clientes, nada. Ya ni la Secretaria venía a verme y llevaba días esquivando la demanda de Gayo con Montagnú, el juicio por las patentes de la vacuna contra el SIDA. Era el último asunto de guita que me quedaba y se me estaban venciendo los plazos. En lugar de eso, todo mi ánimo se iba en pensar el destino de otro, un destino completo donde yo parecía el cautivo. ¿Dónde comienzan esas bifurcadas en un hombre común? No lo sabía. Aún no. Una lectura casual, una luz que titileaba en la ruta, la mirada de alguien desde un micro o un texto adjunto en unas ofertas al correo electrónico… Y de pronto, todo se volvía un color armónico sobre el que improvisar: una vida sin melodía, un rumor al que seguía una conjetura y luego meses arañándola, presentida, revelada; los mismos en que fueron desapareciendo los clientes, las consultas y los juicios. Y la Secretaria. Es que ahora los personajes me estaban hablando alto, fuerte, continuo. Con la voz propia y el carácter para conducirme y conducirse. Sobre el tapete de cuero del escritorio tenía desparramados los documentos de Gayo con Montagnú: pericias, contratos, patentes. En el atril del computador, los nombres y características de mis personajes. Mirando a unos y otros me puse de pie: podía parecer un haragán, pero en realidad me llevaba por delante el desasosiego. Estaba perdido si dejaba ese caso y estaba perdido dejando a mis personajes. Yo tenía que elegir entre dos embauques, una demanda o una novela. Con una iba a ganar mucha plata, con la otra, nada.

Entonces ya sabía que con ninguna de las dos iba a salvar al mundo, y sin saber qué hacer, hay gente que fuma, que habla sola, que camina. Yo prendí el televisor buscando no sé qué suerte. Eran las cuatro de la tarde, el canal Space empezaba a dar otra vez La Fuga, de Jim Thompson. Nunca me perdería algo así aunque la hubiera visto siete veces. Pero ya ven, por cosas como ésas me estaba perdiendo, definitivamente».

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EL PORTADOR.

pag. 1 Editorial HomoSapiens Ediciones 2010

2da ed. 2014.