. Él llega a la farmacia alrededor de medianoche. Siempre elige ese horario para que haya poco público y en caso de que tenga que explicar lo que busca, no haya testigos o, en caso de que deba alzar la voz y superar el habitual tono de murmullo, no pueda oírlo ni el guardia de la custodia. No me atrevo a usar la palabra vergüenza, porque quizá sería más correcto el sustantivo pureza, o, en todo caso, el uso de ambas palabras como un oxímoron. . Es raro en esta época. Con las redes sociales, la discreción se ha vuelto un bien escaso y ni que hablar del pudor, sobre todo, del ajeno, del cuidado de la intimidad o la pureza del otro. Y más aún si se piensa en un muchacho de 25 años, máxime, siendo tan parecido a Ignatius Reilly (La conjura de los necios), es decir, una especie de grandulón tierno y mal entrazado, mezcla de Santo Tomás de Aquino con Burt Simpson. . A sugerencia mía (soy el cajero y el único lector de la farmacia), lo bautizamos “Ignatius” y nos turnamos para atenderlo y ver qué podemos sacarle de divertido a sus súplicas y farfullos cuando alrededor de medianoche, el niño gordinflón pide preservativos, viagras o gels íntimos. . Estar de guardia en una farmacia el 1° de enero no es sencillo, uno tiene su resaca también, su jet lag y la mayoría de los que buscan medicamentos esa noche, traen una pata de cordero o de cerdo saliéndole de la boca. La industria farmacéutica se fundiría esas fechas si la gente supiera meterse los dos dedos en la boca y listo. Y hablando de repulsión, a las doce menos cinco llegó nuestro Ignatius de la Seccional Quinta, con sus manos en los bolsillos del pantalón trekking aunque el termómetro cantara 30 grados de sensación térmica. . A menudo la gente que nos causa repulsión moral también nos genera un rechazo físico cercano al asco, pero no funciona al revés, es decir, muchas veces el rechazo físico genera una simpatía de afecto. Se quiere igual al Oso Yogui o al oso panda del Nathional Geografic como al Oso Fidel, abandonado, famélico y último del zoológico de Rosario. Con nuestro cliente Ignatius pasaba igual, el olor podía ser el comienzo de una amistad. Pero con la resaca de las fiestas, esta noche nadie tenía ganas de escuchar preguntas sobre la fecha de vencimiento del gel íntimo de frutilla o si la intensidad de la fresa en el producto podía causar un shock anafilático a la persona alérgica a esa fruta. . Encima fue un momento en que solo quedaron Betty y Nanci en el mostrador. Mujeres, para una consulta de sexo de un varón con aspecto de Oso Fidel abandonado seis meses en su jaula. Las dos se miraron para correrse del frente, pero como Nanci me miró a mí (también soy una especie de encargado), le hice un gesto afirmativo y leve con la cabeza. Algo del tipo «que sí y con piedad». . Preservativos, dijo Ignatius y señaló la caja azul de Prime. Luego pidió gel íntimo. Nanci le dio varias cajas con alternativas: frutilla, chocolate, dulce de leche (mi favorito). Ignatius repitió su rutina, preguntar si los gels estaban libres de transgénicos, el tema de la alergia con los de frutilla y Nanci le mostró la inscripción en la caja que dice: “libres de Transgénicos”, a lo que Ignatius tomó confianza y preguntó: -¿Y libre de Tacc? -¿Qué es eso? -De gluten. Mi novia es celíaca. Nanci quedó perpleja, miró a Betty y hacia la caja. Los dos levantamos las cejas, pero yo le hice señas de rulo con la mano, para que se la siguiera a ver adónde iba el grandulón esta noche. -Bueno… –dijo Nanci- ¿Por dónde va a absorberlo tu chica…? Mirá, esto no tiene más que saborizantes, como una jalea, no tiene proteínas ni hidratos. Algo de azúcar solamente. -Es que también es diabética. -Pufff… -Nanci perdía el control cuando dijo: -Hagamos una cosa, no sé por dónde irá a absorberlo tu chica, pero en tal caso, que no lo trague o no frunza. Ja. No puedo decirte lo mismo si vas por otro camino. Pero si querés estar seguro, mejor llevate esto…- Y Nanci sacó de atrás del mostrador un aceite de bebé Johnsson y Johnsson, y solo agregó: -Tiene mejor olor que un bebé o un auto nuevo. . Y ahí nomás lo empujó levemente hacia la caja para que ya no dijera otra enfermedad de la pobre chica. Ignatius vino a mí y sacó su habitual bollo de billetes violetas y azulinos, de cien. Cuando se le caen monedas jamás las recoge y ahora también sucedió. A mí no me hizo gracia esta noche, más bien lo contrario, me puso a pensar en el pudor, en el cuidado, en esa fina manera de amor de elegir un gel íntimo libre de Taccs o de azúcar para la diabetes del amante. Ni siquiera me importó si el amante de Ignatius era imaginario o el Oso Fidel o Myrna Minkoff. . Pero debe haber sido eso o algo así, porque ni bien le di el vuelto, le largué un apretón de manos y mi deseo de feliz año. Ignatius apenas respondió con palabras, se puso colorado, con esa clase de vergüenza tan cercana a la pureza, y que va quedando en muy poca gente en el mundo. Especialmente en una farmacia. Sobre todo, la noche siguiente a las fiestas. Tanta algarabía, y sin embargo, el mundo rara vez parece algo intacto, puro, intocado, como el gesto de Ignatius de abandonar sus monedas. . . . 2-enero-2016………………………………MaRCe.
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GLIPTODONTE (feliz 2016)
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Pudo haber sido la pezuña de un gliptodonte
pero después de mil millones de años
es una piedra de carbón negro en tu parrilla
y cuando …