© 2016 admin. All rights reserved.

NSPQ. estar desnudos

.desnudos 4

NO SABIENDO PARA QUÉ ESTAR DESNUDOS (**)

.
.
Dos veces llegaron a estar desnudos y consentidos. La primera, la semana anterior en el galpón de fardos de alfalfa para el ganado, cuando se tumbaron en el heno fresco y tibio a la hora de la siesta y Leila exigió un juego previo, que le hablara por la espalda, que sonriera, que le mintiera sobre sus ideas políticas, sobre los negros sin dientes y que jurara que no vendían droga, o que la droga era para hacer cosas buenas, y que le agarrara la cabeza y le masajeara los hombros y la besara y le fuera desabotonando el jean. Pero Esteban bajó rápido a la entrepierna y empezó a chuparle esa mata suave pero frondosa del pubis rubio como un desesperado, como un muerto de hambre.
.
Ella lo disfrutó igual, alcanzó a calentarse y gemir con soltura pero ahí mismo no quiso que siguieran, lo interrumpió y se corrió de lado. Le gustó la lengua de él, más que cuando hablaba, pero algo falló en el ritmo del juego y allí lo paró en seco. No lo dejó penetrarla, no quiso, le pidió disculpas pero algo la hizo desistir y disimuló preguntando si él siempre hacía así, ir tan rápido al centro como un animalito.
.
Él apenas se ofuscó, pareció entender que era la primera vez entre ellos y que puede haber algún inconveniente por el pudor, o mucho deseo, o quizá ella era muy joven (pensó), o inexperta, por el campo y todo eso. La segunda vez, hoy, fue a instancias de Leila que dijo que se había arrepentido de no cogérselo la semana pasada y casi le rogó que volvieran a verse esa noche en el hotel de Soriano, donde él paraba para disimular y no llegar a la estancia. Leila fue tan explícita ahora que le dijo, sin ambages, que la noche sería para terminar lo inacabado.
.
Esteban aceptó feliz y adrede la hizo esperar dos horas en la habitación, pero no como castigo, sino como prueba (según él), porque si ella aguantaba, es que sí querría hacerlo. La espera aumenta el deseo, más viejo que el mundo, pensaba. Cuando él subió a la pieza, ella estaba con su tablet en la cama, con unos sándwiches y unas frutas. Le sugirió que comiera algo mientras ella terminaba un texto que estaba escribiendo para el diario de Maizal. Al rato, ella cerró la máquina, bajó las luces y puso esa horrible música funcional de los hoteles viejos: Percy Faith, el tema incidental de El Padrino, música para matar a alguien, pero no del modo que ellos tenían pensado.
.
Empezaron recostándose, y el juego de besos y caricias. Esteban comenzó unos masajes por los hombros de ella y luego se sentó en la cama y le pidió a Leila que se fuera quitando la ropa, despacio, muy lento, toda la ropa, porque a él le gustaba ver o descubrir en capas. Toda, desde soltarse el cabello. Ella aceptó con un rubor invisible y una sonrisa evidente en la media luz de la pieza. Se fue sacando la blusa, cada botón parecía un comando de la NASA. Luego el vaquero, los zoquetes, se desprendió el corpiño por adelante, como si abriera un telón y finalmente la bombachita algodonosa y lila, tan pequeña que apretaba los cachetes sin gordura.
.
Esteban hizo una expresión de júbilo cuando vio que ella se había afeitado el pubis. Al ras. Se lo agradeció, pero ella le dijo que porqué pensaba que lo había hecho por él. Se rieron y Esteban se arrodilló frente a ella y hundió su cabellera en el centro de ella donde ya no tenía pelo y comenzó a lamerla. Leila se soltó más que la primera vez y acabó dos veces, ahora no se contuvo y si no vinieron de la conserjería a quejarse por los gritos, fue porque él ya era temido en Soriano, un tipo poderoso, ilícito y político. Sin embargo, volvió a ocurrir lo mismo que la semana anterior. Ni bien acabó el cunilingus de él, ella se irguió, le pidió disculpas y volvió a decirle que no estaba lista o que algo no funcionaba. Y entonces dijo lo más extraño, gracioso o terrible, según como se mire. Le dijo que estaba muy enamorada de él, que no sólo le gustaba sino que la volvía loca, que incluso, estas noches, después del fallo de la primera vez, solamente pensando en él se tocaba hasta masturbarse, y que a veces, incluso, acababa solamente pensando en él, sin tocarse, pero que luego, ahora, o el otro día, bastaba tenerlo enfrente, encima, para que algo se desvaneciera, como si alguna voz la censurara o le quitara el coraje o el deseo.
.
Dejaron de verse unos meses, o verse sólo en el contacto profesional: ella, la secretaria de confianza de Mejias Padrón, el dueño del pueblo, de Maizal, el terrateniente, el dueño del supermercado, incluso, del colegio donde Esteban daba clases y ella era su alumna. Sólo ese contacto por unos meses, viviendo en distintas ciudades y no es que se hubieran peleado, pero Esteban había decidido esa distancia o tregua o despedida y no contestaba sus correos ni mensajes.
Él pensó lo más obvio, que no le gustaba a ella. También pensó que quizá se había mostrado muy interesado, como enamorado y eso había asustado a Leila, en el medio de todas las miradas, entre su patrón, dueño del pueblo, y el forastero que a todos recelaba con sus excentricidades, su política, sus negocios, y claro, a ella más que a ninguno.
.
Sin embargo, cuando se producía la distancia y ella podía ver de lejos el asunto o verlo a él obrando todas esas cosas que a ella le gustaban de Esteban, volvía a sentir su deseo vigoroso y puro, de mujer enamorada. A ella entonces le parecía que le volvía la certeza de su afán. El loco afán, aunque sin embargo, no podía entregarse más que a su lengua.
.
Por carta llegó a declararle no sólo estar enamorada, sino loca por él y le sugirió que la tercera vez sería la vencida y pasarían el alambrado de la lengua. Ahora parecía que Esteban era el que había perdido la fe. O será el destiempo que mata más gente que el cigarrillo. Entonces, todo lo maravilloso que Leila veía de lejos, parecía que Esteban ya no lo veía de cerca. El psicoanalista intentó alentarlo con una explicación que ayudara a su paciencia. Le dijo que debía esperar o darle tiempo al amor, no al estar enamorado, porque el enamorado solamente busca que de dos personas, haya una; en cambio el amor, trata de que entre dos personas, entren o quepan muchas más.
.
Esteban tenía sus modos poéticos de entenderlo o pensarlo, él creía que el amor, a menudo, es algo que uno imagina o fantasea para otro y que… bueno, que eso llegue a coincidir, si bien no es como el paso de un cometa, se le parece bastante. Como se parece bastante a ese pubis depilado y tornasol, acaso violeta, pálido, con sus venitas azules que brillaban apenas por los nervios de Leila o sus jugos simpáticos a la lengua de Esteban, en sus mejores momentos, de él, cuando no hablaba.
.
.
18-ene-2016……………………………………..MaRCe
.
(*) Fragmento de la novela NO SABIENDO PARA QUÉ, p, 203, en proceso.