© 2016 admin. All rights reserved.

Albañiles

.albañiles

ALBAÑILES
.

.
Viamonte al 300, las doce del día.
Se sientan en la vereda de enfrente
al obrador por la sombra.
Se sientan en el piso
ni un banco de madera, ni un nylon,
ni una lona: de día
la intemperie los corre de abajo
de noche, por los techos.
.
Algunos ni siquiera tienen ropa de fajina
pero las ART, con nadie se encarnizan
como con ellos: no hay obrero
más masacrado por la máquina
de picar carne, que los albañiles.
Los imagino el domingo
con las mismas zapatillas
salpicadas de cal y portland
jugando un picado, o el sábado
yendo a la cumbia, o el lunes
a algún piquete de la Clasista y Combativa.
.
En una época comían asadito de falda,
ahora, sólo cuando hormigonean
o para el final de obra: la tapa de asado
viene costando igual que un monoambiente.
Ya ni siquiera tienen fiambrera
el atadito donde la madre o la enamorada
urdían algo guisado, suculento, oloroso.
Ahora son bolsitas de nylon del almacén
de la esquina, salchichón primavera
recorte de queso de chancho
y mucho pan, gaseosa, agua de canilla.
.
A veces me demoro en el auto
fingiendo que leo o escribo una agenda
para escucharlos, comprenderlos.
Dicen lo mismo que decían
los obreros de mi viejo en los setenta
en la fábrica de bicicletas:
un pudor intacto que sueña un ranchito
la motoneta, un viaje por el sindicato,
que los gurises vayan al colegio.
.
Para los que somos de origen obrero
-rural o metalúrgico dice mi heráldica-
no hay nada más sagrado que el trabajo
y sobre todo, el cuerpo que se pone
que no es la grasa sino la sangre:
porque lo que une los ladrillos
del edificio del mundo no es el portland
sino la sangre y lo que lo sostiene
son esas manos cuarteadas, ennegrecidas
que hacen el pan, la luz, la tiza
la lana, la leche, el vino, el jabón
la madera, la tinta, el papel,
el calor, el frío, el algodón
la rueda, el viaje, los zapatos
el azúcar, tu casa, la grasa
la sangre, los cuadernos
y todo lo que se sueña en ellos.
.
Por eso, cuando viene la época
del salario del miedo
yo me asusto como un chico
pierdo el sueño en premoniciones
de llanto, a cuenta.
Yo, que trabajo desde los 16
y que he tenido hasta tres empleos
y apenas podía viajar en bicicleta
y después del día 20,
nos hacíamos el pan masacote
con harina Blancaflor, yo
me asusto mucho.
Y no es por el hambre, que se recupera
sino por el pudor que se pierde para siempre
y que dejaré de escuchar los mediodías.
Es como en el bosque o en la selva
yo no pienso en los leones
el oso, Bambi o las águilas.
A mí me desvela, a cuenta
el desamparo de los gorriones.
.
.
29-ene-2016…………..MaRCe