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LLEVARSE PUESTOS
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A menudo me canso de llevarme puesto
pero soy feliz cuando menos lo sé.
El segundo sueño, casi de mañana
opera un inventario de la dicha
aunque desordenado en su alteridad
subjetiva, temporal, de lugar.
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Del orden, nos ocuparemos con el analista
y de ponerle nombre, con el diccionario
y de la conjugación verbal, en el poema:
imaginado, real, simbólico, el asunto
es que haya dicha aunque me lleve puesto
aunque no sepa bien si pasa, pasó o pasará.
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Los besos que vi ayer en el río eran los nuestros
la alegría de los pescadores, de mis tíos
el rancho inundado, de mi abuela, en Los Cardos
y la malla roja de la niña era la tuya a los ocho.
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Yo duermo, pero la máquina de escribir
sigue encendida en modo de fallo
el arena que traje del río en los pies y las orejas
es del lecho donde sueñan sirenas y ahogados
y la picadura de avispas en el tobillo
justo en el lugar de la herida donde Ulises
ataba el cuaderno y escribía
cansado de llevarse puesto.
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Me levanto y ya es vigilia. Lo sé
porque Djokovic ha vuelto a ganar Australia,
hay sol, es domingo y el diario (uno solo) trae
otra vez o parecida, la operación masacre
que leía de Walsh antes de dormirme:
“Nuestras clases dominantes procuran siempre
que los trabajadores no tengan historia,
no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires.
Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las anteriores:
la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan.
La historia parece así como propiedad privada
cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”.
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Si no te despertás con eso –pienso- estás muerto.
Desayuno té y tostadas, pienso en salir a correr
y me quedo viendo la naranja que traje de la isla
¿de qué naufragio? La huelo, la acaricio y pienso
que esa fruta es una mujer feliz que no lo sabe
cansada de llevarme puesto.
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31-ene-2016………………………Marcelo Enrique Scalona.