ESCARLATINA (el sarpullido de Job, La Vigil y los Mediocres)
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………………………….. a Fabio Chan . Estos días que Martina se repone de la escarlatina, nos acordamos que en los 60, cuando yo la tuve más o menos a su edad, era una enfermedad temible. La penicilina no estaba desarrollada como ahora, me daban unas tabletas verdes que había que ir tragando o disolviendo, amargas y apenas podían pasarse con zanahoria rallada y Glucolín. El reposo era de treinta días absolutos, una verdadera cuarentena, y bien solitaria, porque el streptococo era muy contagioso. Además, no me dejaban levantar, ni siquiera podía andar por la casa.
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El cuerpo se llenaba de ronchas o eritemas, un sarpullido como el de Job, estigmas que a menudo señalan o invitan a esconderse a los apestados. Desde entonces me quedó una alergia a la penicilina, y me han explicado que justamente se debe a eso, a haber tomado mucha cantidad en los 60, cuando aún no estaba bien refinada.
Martina se curó rápido estos días, hoy la cuarentena es una semana y los antibióticos tienen tal desarrollo y eficacia que han reducido la escarlatina a una gripe fuerte y listo.
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Pero la enfermedad de ella trajo el recuerdo de la mía y lo más importante, un símbolo: aquellos treinta días que estuve encerrado, apestado (se pensaba que si el enfermo se movía mucho podía quedar un reuma infeccioso al futuro), hubo un solo amiguito que vino a visitarme casi todos los días, violando todas las advertencias y peligros: era Gustavo Chan, cuya foto está allí en mi pieza al lado del retrato de Martina. La mamá de Gustavo no hacía tanto caso a la academia y lo traía todos los días a jugar conmigo, pasamos el mes juntos y por supuesto, no se contagió.
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¡Qué maravilloso el símbolo, el recuerdo…! Unos pocos años después de mi escarlatina, ya en 1974, Gustavo murió en el camping de La Vigil, en Villa Diego. Eran los años en que yo todavía «no estafaba» a la Biblioteca Vigil y los dos jugábamos en su equipo infantil que al año siguiente ganaría el Torneo Evita Nacional.
Es bella la vida, a veces parece esos experimentos con la verdad que cuenta Paul Auster: pasan 40 años, volvés a tener el sarpullido de Job y necesitás de un amigo (Gustavo), que no haga cálculos, que no especule, que no trepide en ponerse junto a tu cama de apestado, sino justamente por eso, no moverse de allí. La escarlatina y Gustavo me dejaron también esta otra alergia, una especie de detector de mediocres y oportunistas.
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Yo no pude salvarlo aquel día, pero me morí bastante y es lo único y lo mejor que pude hacer.
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7 mayo 2016…………………..MaRCe.
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LA LLAMADA
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—–La escritura es la comunicación llevada a su máxima potencia, ya que la función poética transforma información (valores, ideas, subjetividad, sentimientos), en una llamada …
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EL HUNDIMIENTO
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Era un hombrón de dos metros, mejillas rojas y turgentes del hombre rural, del campo, ese modo de mostrar las proteínas tan cerca, la …