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Cosas que extraño en pandemia

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COSAS QUE EXTRAÑO EN PANDEMIA.

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La libertad, la expansión

no usar corpiño en la boca

y el movimiento sin cálculo,

vueltear de noche, de día

los cafés, el pub sin miedo

las librerías, los médicos, mis nietos.

Ser chongo.

Bailar agarrados del cuerpo

jetonear (como siempre) por la calle,

palmear al chino,

cuchichearle en cantón gaucho,

abrazarlo sin cálculo.

La Marina, la fonda

la Parrillita Norte

y ponerme a hablar en los negocios…

como buen charlatán,

hablar al pedo sin mordaza

y escuchar a todos esos Nietzsches

de barrio, hijos de Panero

o nietos de Alejandra

o amigos de Neil Armstrong

que pisaron la luna

pero no quieren dar autógrafos.

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Y delirar en la agencia de quiniela,

repasar el significado de los números

con Alicia, mi quinielera de confianza

pero analizarlos tranquilos, a corazón abierto.

¿Por qué los números salen cuando yo no los juego?

Y viceversa. Jugalos hasta que salgan, dice.

Pero eso tenemos que hablarlo, Alicia

a solas, un rato largo.

El azar es cosa seria.

¿Y cómo hacer el amor con barbijo?

¿Cómo hacer la amistad con barbijo?

¿Cómo hacer la familia con barbijo?

Y mis consultas en la ferretería

en el chino… en El Toto.

¿Por qué no hay bondiolas en pieza?

¿Eh…?

Y todo hay que hablarlo,

te lo tienen que explicar,

y después viene tu refutación.

¿Cómo es un catador de bondiola con barbijo?

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Y los paradores de la ruta

conocer gente

el abrazo

las caricias

ver las caras completas,

la risa es una casa amplia,

los dientes, los hoyuelos de las mejillas

tus lunares, vos, cuidate…

el cine, el teatro, los recitales

la cancha, ir seis arriba del auto

las mesas largas, larguísimas

tercer tiempo, sobremesas

tocarnos debajo del agua

nadar desnudos en la pileta de El Tala

y en el baño de los bares

hablarse bajito

el Trinche

Venado Tuerto

Montevideo

Buenos Aires,

Victoria

mis nietos

viajar, los trenes,

los aviones, los barcos

cumpleaños, bodas, velorios

fiestitas improvisadas de amigos

colgar las cintas de luces

llenar de hielo los tachos

dar a oler los rosales, los jazmines

¿cómo se prueba la salsa con barbijo?

Y las citas a ciegas

las presentaciones de libros

agarrarle un mate

hasta a los pibes de la mesita de Franja Morada

dice Julia Kabra…

Los talleres literarios presenciales.

El taller de edición de los sábados.

El de cine en Videoteca

y poder ir todos los días a Falabella hasta el 12 de junio,

para asegurarme de que finalmente se vayan.

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Extraño el gimnasio Athenea

el cafecito de Santana con el Fabi

y el bar Pasaporte y Farina,

pero adentro, las horas

leyendo El limonero real

o Blonde, de Carol Oates

o la puta vida de Kafka

con tres cafés con leche

y que de pronto entre Abonizio

a pedir el teléfono y cante

un cachito de “Club de almas”

a capella.

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Extraño a muchos que han muerto.

Extraño a muchos que morirán.

Extraño si yo me muriera

pero también a muchos pobres

que han desaparecido en la miseria,

en esta mishiadura de hecatombe

como si se hubieran evaporado:

el pibe inválido que pedía en el semáforo de Canal 5

el señor que vendía limones en la puerta del chino

la Beti, que se ofrecía para hacer mandados

y el Rúben que te barría la vereda

los trapitos

los negocios que han quebrado

el vivero de Alem y Ocampo

el restaurante Galli de Pueblo Esther

Enrique, el fletero de Colón y Gaboto,

y el bar Faulkner

y a Faulkner, casi todos los días

“Mientras agonizo”.

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………..#Marcelo Scalona.

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