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UN ÁNGEL EN EL PORCHE.
Hace muchos años conocí a THOMAS WOLFE gracias a JORGE RIESTRA, adelantado en el pueblo sobre el valor de la literatura norteamericana. Me prestó EL TIEMPO Y EL RÍO, una locura de su parte, en un tiempo que ese libro no se conseguía, aunque es cierto también que me lo pedía todos los meses. Obvio que se lo devolví, era JORGE, maestro generoso e inagotable que, en EL OPUS, escribió magistralmente su tiempo y nuestro río. Ahora, hace 3 meses que leo y releo los cuentos de Wolfe, en especial EL ÁNGEL EN EL PORCHE, hoy es un día acorde, pero no me canso de pasar la vista, el oído y las manos sobre esa prosa de orfebrería, la perfección subjetiva de personajes de 65 años [él tenìa 29 cuando lo escribió], el ensayo social sin panfleto, en los años de la depresión [1929], el uso soberbio del oximoron, las sinestesias con la textura de la piedra, el suave desaliento, y la vida completa contenida en un encuentro o en una jornada. Y en especial, su lirismo, una transparencia poética que va ocupando sin apuro el lugar de la fábula.
Wolfe murió apenas a los 37 años y toda su generación sabía que era el escritor más importante del lote, más que Faulkner [?], que Hemingway, que Caldwell, que Dos Passos.
«… estacionado a la puerta del pequeño porche de Gant, el marmolero, el ángel de piedra descansaba apoyado en unos pies tísicos y helados y sonreía con la blanda expresión estúpida de la piedra. Ella pasó de largo sin prestar atención a la expresión de virtud herida que brillaba en los ojos del relojero…»
Soberbia traducción de Amelia Pérez de Villar.
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21Facundo Manuel Messere, Osvaldo Jorge Guisen Goldin y 19 personas más