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LOCOTURES SOÑARON POEMAS

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LOCUTORES SOÑARON POEMAS

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A él le gusta leer en voz alta. A los 5 años su madre lo subió a un banquito en la cocina de la tía Nelly para que les leyera Sandokán a las vecinas. Se hizo salgariano, claro… Y aunque allí está desde hace 50 años, fue mutando a Laertes, lugarteniente de alguno de sus maestros, primero su hermano, y luego los amigos de éste, que entonces estaban en política, y en riesgo, de izquierda, claro, 1971 ¿qué otra cosa iba a ser? Después fue un guardia de urgencia que debe conservar las voces, las inflexiones, las pausas, los énfasis de otros, algunos muertos, algunos fugitivos, sobrevivientes.

Él es una especie de locutor, lee, repite, entona, recita… y después de Salgari, como dice su amigo Raúl Argemí, fue agregando Marx, y ahora lo presentan como el LOCUTOR MARXISTA SALGARIANO de Tablada. Parece mucho. El sintagma es largo. Una vez, en un pueblo lo presentaron como «el malogrado locutor rosarino». El presidente de la comisión de fomento de Cañada Verde quiso decir «afamado», «distinguido» y pensó que malogrado era un sinónimo. En el fondo podría discutirse. Echarse a perder puede ser un mérito en una sociedad tan superficial, vanidosa y exitista.

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A menudo, él piensa que es mejor locutor que escritor pero no se aflige, porque sabe que para ser un buen locutor primero hay que ser un aceptable lector o escritor o poeta, y sobre todo, porque sabe que sólo llegará a ser un buen escritor siendo el mejor lector del barrio. Y sus vecinos lo siguen creyendo, y sus tías también, y su madre, el diariero, incluso sus alumnos lo creen. Algún día, en su ausencia, sus alumnes dirán: ¡cada día lee mejor!

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Es que él lee como si nadara, como un maratón, lee como un empecinado, lee en bares, ciclos, talleres y sobre todo, en espacios donde hayan estado sus seres queridos. Hace unos años leyó un artículo científico de física aplicada, de teoría cuántica, que dice que las ondas sonoras son materia, invisible, pero real, y no desaparecen, quedan siglos alrededor del espacio donde han sido dichas o leídas, como las promesas de amor o las que se hacen a los niños. Entonces piensa que morirán sus locutores, pero su voz, sus tronches del poema, sus declinaciones, sus silencios, seguirán en el aire, e incluso, él sabe que ya hay laboratorios que están diseñando los aparatos (como unos embudos) para captar esas ondas o lecturas o voces y transmitirlas como si fueran una radio.

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Creyendo eso, nuestro locutor de Tablada sueña poemas, algunas mañanas o noches (los extremos) sube a la terraza y mirando hacia el río y las islas, lee en una ceremonia desnuda y solitaria. Lee y repite algunos aforismos, nombres y asteroides. En verano, algunas frases saturan el aire con sus estribillos. Por ejemplo, esa de Ungaretti que dice: “De otros diluvios escucho una paloma”.

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…Marcelo Scalona.

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