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Martina y su fantángel

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MARTINA Y SU FANTÁNGEL (ensayo místico a la veleta)
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Ya sé donde me voy a meter: sobre fotos de vírgenes, ángeles y aparecidos hay anaqueles repletos de fraude, sugestión, comercio y cursilería. Ya sé. Pero esta vez me tocó a mí y soy un escritor (alguien que cree en fantasmas) y soy un hombre religioso (alguien que cree en el espíritu, en fuerzas extrañas de la conciencia y el alma). Esto último no significa, ni que crea en Dios y menos aún que sea un desprevenido ingenuo, irracional, y todo eso. Habemos una especie rara de agnósticos que no creemos en Dios, pero creemos en los santos, en espíritus, demiurgos, ángeles. Uno de nuestros obispos malditos es Ciorán, justamente. Otros podrían ser Macedonio (la ella sin sombra), Borges (el ciego que veía todo), y el propio Lugones, uno de nuestros mayores suicidados, inspirador del suicidio colectivo de 1930, y que sin embargo, por su nacimiento, hoy festejamos “el día del escritor argentino”. ¡Vaya forma de ser creyentes!
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Pero esta vez me tocó a mí. Esta foto la saqué ayer en el pelotero del Museo de los Niños, en Rosario. Allí, Martina (mi nieta), está a punto de saltar a la pileta de globos celestes que semejan olas, aguas, burbujas. Lo real y lo fingido. Para sacar la foto, esperé quedarnos solos en el sitio. Así supuse. Y bien recuerdo, y lo repasé muchas veces desde anoche, no había otro niño cerca de nosotros, del foco al que disparé la cámara. Ni al lado de ella (eso es clarísimo en la imagen), y tampoco al lado mío (a tres metros y en forma oblicua), ni debajo, ni al costado. Tampoco hay lugar donde podría haberse puesto nadie, pues el sitio, es lo que se ve: por la izquierda termina en una escalera roja que acaba en la línea del piso (donde pisa Martina), y pegado a la escalera roja del borde, a siniestra, hay una baranda de hierro (donde yo me apoyaba) que circunda la piscina, y juro que allí no había nadie, y aunque sí lo hubiera, tampoco se podría ver su sombra unida, o junto, pegada, a la de Martina. Leyes básicas de física, óptica, geometría, naturaleza. Pero en la imagen se puede ver claramente la sombra de un niño. Al lado de la sombra de Martina (es claramente la sombra de ella, reflejo, simetría pura), hay la sombra de un chico, un efebo, un pequeño bouguereau varón que vigila o espera. ¿Quién es? ¿Qué? ¿Dónde?
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Saqué dos fotos iguales, eso que uno hace para asegurar la toma. La otra foto, Martina salió movida (son fotos del teléfono celular, capturas veloces de un pésimo fotógrafo) y en el tanque, está su sombra sola, sin compañía. No hay que ser físico, teórico ni práctico, ni siquiera un Sheldon Cooper, para componer la imagen, ver a Martina sola, y que cada objeto tiene su sombra. ¿Dónde está el otro? Simetría, realidad, naturaleza, óptica, distancia, volumen, concordancia: la única forma de que haya otra sombra es la de un cuerpo que debería estar al lado de la niña, junto, cercano. Pero no se ve más nadie. Les puede valer mi testimonio: juro que no había otro chico, pero ustedes mismos pueden ver, que para hacer esa sombra, allí, de ese tamaño, el niño también debería estar en la foto. Digo, la realidad del niño debería estar en la foto, para que su fantasma esté en el tanque adyacente, junto al fantasma de Martina.
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Por escritor y religioso creo en fuerzas extrañas: fantasmas, sirenas, ángeles, musas, náyades, demiurgos, Minotauros, héroes, vientos, lluvias, rachas, azares, maldiciones, fechas, aniversarios, estrellas, gatos negros, cábalas, dragones y princesas. En fin, existencias más difusas que las empíricas, pero tan reales como ellas y que van todo el tiempo con nosotros. Es probable que Dios no exista, pero yo creo en el alma, el hálito, el origen a partir del caos que viene insuflado por las ideas, entes, formas espirituales, prestadas entre nosotros, amadas, migrantes. Creo en la santidad, por ejemplo, seres humanos de una bondad y desasimiento y sabiduría extraordinarias, y que no son delegados o apoderados de nadie. Son libres, ideas puras, formas perfectas de bien, verdad y belleza, como pedazos de luz, como asteroides que caen en tierra. Un fenómeno comprobado, por otra parte: luz hecha piedra. Yo conocí en mi vida ordinaria a varios santos, pero insisto con no referirlo a Dios, y menos, a esa necesidad obvia de buscar siempre un motor de causa, un orden, sistema o poder inicial. Yo acumulo pruebas de lo que veo y comprendo: esta foto, por ejemplo, irá en mi legajo.
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Creo en los ángeles, espíritus que cuidan de otros espíritus, el grado de intangibilidad no es problema en gente acostumbrada a creer que lo esencial es invisible a los ojos, y que el tiempo es una ficción y que todo se va dando por etapas, de real, irreal y pasado a otra realidad: vida y muerte son taxonomías. “Ángel de la guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día”. Y lo peor de todo, es darse cuenta, tarde, de los ángeles que nos rodean. Especialmente, sin son alas del deseo.
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El caso es que hace 20 horas saqué esta foto con mi Blackberry 9320 y al lado de la sombra de mi nieta, aparece la sombra de un niño, que además (obsérvese), parece estar desnudo en un día de invierno implacable del último país del hemisferio sur. César Vallejo (nieto de dos sacerdotes católicos y dos abuelas indígenas), decía siempre que estaba habitado por sombras gordas de luyidos vientos que chirriaban sinsabor de féretros, y que ya siendo niño, pobrísimo, en Santiago de Chuco, los días jueves los húmeros se le ponían a la mala, especialmente los días de lluvia como aquel que sería el jueves de su entierro, a cuarenta años vista, en París, con aguacero. Toda su obra (la mayor de la poesía latinoamericana), fue escrita a la sombra de unos heraldos negros, unos ángeles tristes y dulces, pero extraviados (“hay golpes tan fuertes en la vida, yo no sé…”), que pensaban que Dios nunca sonreía y que por eso, debía dolerle mucho el corazón… Más vale andar siempre con un ángel a nuestro lado. Y con uno que se ría. Uno divertido, bullicioso, irreverente. El fantasma de mi foto lo sabe y por eso se puso a resguardo con Martina, porque ella lo protege, lo interroga y lo festeja. De alguna manera los dos saben, que a cada ella sin sombra, hay un él que buscará eternamente.
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13-6-2015……………………………………………Marce.