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Cielo de medianoche

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CIELO DE MEDIANOCHE

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¡Cómo puede el sur de Rosario soñar con Polaris o la luna 23 de Júpiter si ya no nos queda ni el 146! Quizá en Netflix se pueda o en el sueño siguiente a ver la película. O al sueño durante la película, porque el sueño manda, se impone como ese tramo rápido del río, el surgente, subterráneo. Lecturas de Jack London, de Clooney, de Kaurismaki, de Wendy y Lucy, hasta de El Pozo, de Onetti, esos films donde nunca llega la noche y Al Pacino enloquece del insomnio, o el relato de un escribano amigo que estuvo y el avión se le vino a pique y cayó en el hielo, como algunos cielos fugitivos de las noches del campo, recuerdos de vidas anteriores, cuando fuimos peces o pájaros o niños y en los veranos subíamos las corrientes al norte buscando el alivio del frío o la aventura, donde otros buscaban el oro.

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Hoy me desperté pensando en nieve, en Alaska, en el Ártico, me dormí con «Cielo de Medianoche» y con ganas de reinventarme una esperanza, el ánimo inicial de escribir una carta, cosas que se parecen, unir distancia y sentido con lo ajeno, lo lejano y lo perdido.

Debe ser la pandemia, la muerte, pero la pesadilla recurrente es un mundo que se termina y hay que buscar otro. Como volver al origen, a un recomienzo, un infinito blanco, frío, espeso pero sólido. Como volver a cruzar la plaza Evita a las 6 de la mañana para tomar el 144 rumbo a tribunales. Se parecía al hielo, a la nieve, y sin embargo, amanecía.

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Casi como escribir una carta y ponerla en una botella, lo mismo que hace el profesor Augustine Clooney: buscar la última antena del planeta para comunicarse con la última nave que regresa de Júpiter a la tierra. Galileo descubrió las primeras cuatro lunas de Júpiter, hoy tenemos ochenta, pero perdimos el 146: última llamada de la selva, de Jack London.

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Si alguien necesita escribir una carta, puedo hacerlo, incluiré sin cargo algunas de mis desventuras en Alaska o el lago Hazen y aquellas noches de los trineos en el Lago Edén o en Seattle, camino a Yukón, o hace poco, mi viaje con Wendy y Lucy a Newport, buscando trabajo. La carta o el viaje, empiezan así:

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«Desde estos hermosos lugares, en Tablada, saturada de Gendarmes y ante la mirada incrédula del Chino, los saludamos, querides Augustine Clooney, Iris y Maya, sus amigos Fang, Wu, Xia y Colmillo blanco. Por favor, no nos quiten el 146, y siguen las firmas…

Anchorage, Alaska, 14 de junio de 1906.

……………Suyo, de ustedes. JACK».

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……………………………#Marce.