Leo porque recuerdo a mi vieja que me subía al banquito a los 5 años para leerle a las tías.
Leo porque las tías me daban besos y moneditas para el kiosco.
Leo porque siempre me aparecen la luna, el tigre de Malasia, la China y los cronopios.
Leo porque me explica cosas que no veo u otras que veo y son horribles.
Leo recordando cuando no sabía leer y adivinaba, pero nunca me aburría.
Leo que imaginaba lo que decían los garabatos o los dibujos, y lo sigo haciendo.
Leo todo: carteles, folletos, el diario, legajos, obituarios, novelas, ensayos, enciclopedias, el fixture del fútbol y las cartas de amor de Guadalupe Cuenca a Mariano Moreno que ya estaba muerto.
Leo porque los libros son medicinas para todo.
Leo porque recupero a mis maestras y maestros y a una bibliotecaria dulce y hermosa de la sala infantil de La Vigil, que se llevaron, y nunca volvió.
Leo para leer y para saber,
leo para pensar
y leo para escribir.
A algunos les duelen los viajes que no podrán hacer, no ver las pirámides, la Torre Eiffel, los bosques de Alaska o el Taj Majal.